domingo, 31 de marzo de 2013

Triste Felicidad


Cuando el frío llega, es necesario hacer algunas observaciones. El sol se oculta, casi invisible detrás de tantas nubes, la temperatura baja, y el cielo pierde su color, tomando un gris pálido que nos acompañará desde las 10 de la mañana, hasta bien entrada la tarde.
Pues… a las personas, según me dicen, les gusta dormir en aquellos días. Otros me comentan que son los momentos perfectos para acurrucarse con sus parejas a ver películas. Y no lo sé bien, pero yo creo, que no es que a la gente no le guste el frío o el calor… sino que simplemente… no se detienen realmente a averiguar qué es lo que sienten con aquellos días.
Para mí es fácil. Pero no simple. Este tipo de días es mi favorito, la sensación de electricidad que me recorre el cuerpo al notar que al fin el frío está volviendo… es genial.
Pero aun así, siento que es justo decirlo, en días como este… no alcanzo a evitar sentir cierto tipo de… nostalgia.
¿Nostalgia a qué? Me pregunto.
Nostalgia a lo que viví en días como este, nostalgia a lo que yo era el anterior 31 de marzo, nostalgia a lo que era mi vida.
Cualquiera que me conozca desde hace ya más de un año, sabría qué es lo que viaja por mis pensamientos en días así. Pero, sin embargo, esas mismas personas, se desconcertarían al realizar que extraño esos momentos.
“Tu creías que tu vida era un asco en ese entonces, por qué sientes nostalgia de la soledad que vivías?” Me dijo una amiga una vez, al comentarle yo, que los días nublados me recuerdan al invierno del 2012 y a lo que viví, y más que nada, me hacen extrañarlos.
Pues yo no tengo la respuesta. El invierno, y el frío en particular, me trae más recuerdos que cualquier otra cosa, estación, canción, o lo que sea.


No me quiero poner acá a hablar de lo que sentí en el 2012, o muchos inviernos antes.
La verdad… es que no sé lo que quiero. Supongo que compartir un poco, mi opinión sobre el frío, y algunas de las muchas cosas que pensé hoy.
Alegría, ganas de vivir, salir y respirar profundo y dejar que el frío aire renueve tus pulmones. Ganas de reír, de compartir, de extrañar…
Lo puedo describir como una felicidad desconocida e indescriptible. El gris cielo que se presenta en días nublados me regala más energía que hasta el más hermoso día de verano.
La sensación de humedad en el cuerpo, y el brusco cambio de temperatura al llegar a casa, está dentro de mis sensaciones favoritas. Así como también el quedarme un día en casa, con las luces apagadas y la oscuridad del día consumiéndome; leyendo, durmiendo o viendo alguna película. Y es que no hay nada mejor que aprovechar un día tan gris para descansar.
Y aunque duerma, vea a mis amigos o estudie en un día nublado, nunca faltará esta felicidad electrizante que me llena al ver el pálido cielo del día.
Pero aún con todo, aunque esta electrizante felicidad me llene por completo, es cierto que también la pesadez del día tira de mí hacia abajo, y envía un poco de soledad para que me acompañe. Es contradictorio… sí. Es como un tipo de felicidad… solitaria, melancólica… casi triste.
Una triste felicidad… sí. Eso es lo que puedo decir de los días nublados, y más que nada, de mís días nublados. Algo contradictorio, confuso y difícil de entender… Casi como yo lo soy.









~
Antes… en días como este, no hacía más que recordar y recordar, nada más que repetir los millones de errores que he cometido.
 Antes de eso… mucho antes, cuando era pequeña… pasaba estas tardes con familia que ahora no está, riendo y descansando mientras el frío se colaba por las ventanas. Acurrucada en la pequeña criatura que solía ser.
Quizás… si recordara un poco más atrás, me vería con meses de vida, quizás… O ni siquiera en vida aún. Y es que los inviernos, los fríos y las tardes nubladas que más extraño, son precisamente las que no recuerdo.