lunes, 4 de mayo de 2015

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Ahora entiendo porqué termino escribiéndote a ti.

Todo es tan... simplemente doloroso.
Tan extrañamente difícil.

Que sin pedirlo te ando buscando para formar heridas superficiales.

Es todo tan vacíamente profundo.
Que sin querer mirar por miedo a morir, busco perder mi conciencia y mi noción en cualquier tipo de veneno.

Cómo puede haber tanta oscuridad en un corazón... en una vida?

Lágrimas no hay. 
Nunca las hubo para esto.

Sólo mirar y ver la desgracia, el dolor en carne viva.

Me imagino muchas formas de sufrir, y creo que esta es una de las peores.

Cómo solucionar un problema que escapa de mi alcance?
Cómo puedo arreglar esas heridas que no soy capaz de comprender?

Me duele pensar siquiera en la cantidad de dolor que existe en un grito, en un llanto.

Y no hay forma de relacionar nada de esto contigo.
Pero al sentir esto, al sentirme asfixiada con todo este dolor.
No me imagino capaz de compartirlo con nadie más que contigo.

Quizás llego a pensar un poco que, así como yo no entiendo este extraño y profundo dolor, tu nunca entendiste el mío.
Pero, la diferencia es que yo de este dolor ajeno no puedo escapar.